Antiguo comisario de la ciudad de Rijeka (hoy en Croacia), en esos años de jurisdicción italiana con el nombre de Fiume, quien entre 1937 y 1944 desempeñó su labor procurando documentos y salvoconductos falsos a los perseguidos del nazismo.
Giovanni Palatucci, nacido en 1909 en Montella, provincia de Avellino, en la región de Campania, Italia, desempeñó esta labor con la ayuda de su tío, monseñor Giuseppe Maria Palatucci, O.F.M. Conv., obispo de Campania (Campagna).
Cuando Benito Mussolini promulgó en 1938 las leyes antijudías, que incluían el confinamiento de judíos extranjeros refugiados en campos de internados. Uno de los más grandes estaba ubicado precisamente en Campania.
«Quieren hacernos creer que el corazón es sólo un músculo, para impedirnos hacer lo que nuestros corazones y religión nos dictan», dijo Palatucci refiriéndose a estas leyes, según datos de la investigación realizada por Tenembaum.
«El trabajo de Palatucci consistía en editar los papeles de residencia necesarios requeridos por la ley para refugiados. Silenciosamente comenzó a falsificar documentos y visas. Cuando Palatucci "deportó oficialmente" judíos, se las arregló para que fueran enviados a Campania, instruyendo a "sus" refugiados que contactaran a su tío, quien les ofrecería la máxima asistencia posible», revela el fundador de la Fundación.
Tras el encarcelamiento de Mussolini en 1943, las fuerzas alemanas ocuparon el norte de Italia, convirtiendo la situación en Fiume de creciente peligro para Palatucci, y mortal para los 3.500 judíos que allí se encontraban.
«En febrero de 1943, Palatucci se convirtió en el jefe de policía de Fiume y así pudo continuar su labor secreta. En vez de darle a los alemanes información sobre "extranjeros" para ser deportados, destruyó los expedientes. Cuando conoció los planes de los nazis, advirtió a la gente a tiempo, con frecuencia proveyéndola de documentos falsos y dinero para huir», revela Tenembaum.
«En junio de 1943, altos oficiales alemanes inspeccionaron el apartamento de Giovanni. Buscando información sobre residentes judíos, los únicos listados que encontraron correspondían a personas que hacía mucho tiempo habían dejado Italia. A partir de ese momento, la relación de Palatucci con sus superiores se tornó muy peligrosa», añade el conferencista.
«Un amigo cercano, el embajador suizo en Trieste, le ofreció a Palatucci un pasaje seguro a Suiza. Aceptó la generosa oferta de su amigo, pero en lugar de utilizarlo él, envió a su prometida, una joven judía. Allí pasó la guerra y hoy vive en Israel», revela.
«El 13 de septiembre de 1944 Giovanni Palatucci fue arrestado por la Gestapo, acusado de conspiración y enviado a prisión en Trieste, donde fue condenado a muerte --añade el fundador--. Empero, su sentencia fue conmutada y el 22 de octubre fue trasladado al campo de exterminio de Dachau. Su número de prisionero era el 117.826».
«Murió el 10 de febrero de 1945, pocas semanas antes de que el campo fuera liberado por los aliados, el 29 de abril de 1945 --añade--. Algunos dicen que murió de desnutrición. Otros testigos declararon que recibió un disparo. Tenía sólo 36 años».
En octubre de 2002, el cardenal Camillo Ruini, obispo vicario de la diócesis de Roma, abrió su causa de beatificación.
«En 1953, la ciudad de Ramat Gan, cerca de Tel Aviv, honró a Palatucci poniéndole su nombre a una calle. En la ocasión se plantaron 36 árboles --uno por cada año de la vida de Giovanni--», recuerda Tenembaum.
«El 17 de abril de 1955, la Unión de Comunidades Judías Italianas premió póstumamente a Palatucci con una medalla de oro», añade.
«En numerosas ciudades italianas, entre ellas Milán, Torino, Salerno, Trieste, Avellino y Roma, plazas y paseos públicos llevan el nombre de Giovanni Palatucci», recuerda.
La Fundación Internacional Raoul Wallenberg (FIRW) es una organización privada, no gubernamental, dedicada a mantener vivo el recuerdo de Raoul Wallenberg, diplomático sueco que desapareció en enero de 1945 después de haber salvado la vida de decenas de miles de judíos condenados a una muerte segura por los nazis en la Segunda Guerra Mundial.
La Fundación recuerda asimismo las acciones de los «salvadores» que arriesgaron --y algunas veces perdieron-- sus vidas para salvar a personas perseguidas durante la Segunda Guerra Mundial, como Raoul Wallenberg, el nuncio apostólico Angelo Roncalli (futuro Juan XXIII), Aristides de Sousa Mendes, Jan Karski y otros.
FUENTE: http://www.raoulwallenberg.net
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