domingo, 29 de noviembre de 2009

LAS MENTIRAS Y LOS GESTOS

¿Alguna vez has "observado realmente" la cara y la postura del cuerpo de quienes te están hablando? ¿Te das cuenta si lo que dicen es en verdad lo que piensan o lo que sienten? ¿Sos conciente que tus gestos pueden delatarte? Las palabras pueden disfrazar las verdaderas emociones, pero los gestos... las develan. Acá van algunos ejemplos.



La siguiente información la extraje de: www.proyectosalonhogar.com

¿Qué desencadena una emoción? ¿Podemos aprender a controlarlas? ¿Son iguales en todo el mundo o cambian en cada cultura? ¿Qué gestos develan si estamos tristes, enojados o mintiendo? ¿Podemos aprender a distinguir una sonrisa auténtica de una falsa? ¿Por qué algunas personas saben disimular sus emociones mientras otras se delatan?

Estas son algunas de las incógnitas que han inspirado la vida de Paul Ekman,el mayor especialista sobre el lenguaje facial. Autor de "¿Qué dice ese gesto?", este psicólogo estadounidense ha hecho de sus investigaciones toda una ciencia. Su método lo emplean el FBI, la CIA, jueces, escuelas de actores y dibujantes de animación.

Profesor de psicología de la Universidad de California y experto en comunicación no verbal, durante 40 años, Ekman, ha viajado alrededor del mundo para investigar los gestos faciales de las emociones. Sus conclusiones científicas le han convertido en uno de los cien psicólogos más influyentes del siglo XX y entre los científicos es conocido como el Darwin del siglo XXI. En su nuevo libro, "¿Qué dice ese gesto?", publicado por RBA Libros, invita al lector a descubrir el mundo emocional a través de sus experiencias y ejercicios que enseñan muchas claves que se ocultan detrás de los gestos. “Las emociones desempeñan un papel vital en nuestra vida, nos unen como personas, determinan nuestra calidad de vida y están presentes en cualquier relación. Pueden salvarnos o causar verdadero daño”, afirma el autor desde su espaciosa casa en las colinas de Okland, California. “Si aprendemos a reconocer las historias que originan las emociones y a identificar cuándo intentamos ocultarlas, podemos mejorar nuestra comunicación, modificar nuestras respuestas y minimizar el impacto emocional en los demás”, añade.


Nacido en 1934, su fascinación por la expresión facial surgió a través de la fotografía. Armado con su cámara Argus C-3 cuando sólo era un niño, retrataba a los vecinos de su barrio, en la periferia de Nueva Jersey. “Quería comprender a la gente de una forma visual e intuitiva”, recuerda. “Mi familia era muy visceral, había mucha ira. Mi madre sufría trastorno bipolar y caía en frecuentes depresiones, y a mí me castigaban por decir lo que sentía. En muchas ocasiones mi madre se enfadaba porque me gustaba gesticular y me reprochaba que la cara se me iba a quedar deformada para siempre por tal motivo. Se suicidió cuando yo tenía 14 años. No vivió lo suficiente para ver que la movilidad de mi rostro se convertiría en una útil herramienta científica y que me ganaría la vida explorando esos gestos”.

Entre sus grandes logros se encuentran las aportaciones que compiló en su libro "Cómo detectar mentiras" (1985), que le consagró como un experto en descifrar el engaño, hasta tal punto que sus técnicas comenzaron a ser utilizadas por jueces, abogados, cuerpos de policía, agentes del FBI e incluso la CIA. El volumen es una guía práctica para descubrir el engaño en cualquier ámbito: relaciones de pareja, laborales e incluso en asuntos de política.

Ekman afirma que las emociones juegan un papel crucial en la detección del engaño. Se puede detectar una mentira a partir de la v0z, los movimientos corporales y las palabras. Se puede mentir por falseamiento u ocultamiento. “Ponernos una máscara es la mejor forma de ocultar una emoción, y la mejor máscara es una emoción falsa que desconcierte y que actúe como camuflaje”, asegura. Para él, la sonrisa es la “careta” más utilizada porque forma parte de los saludos convencionales, está “bien vista” y suele emplearse en la mayoría de los intercambios sociales. Sus movimientos son sencillos y pueden reproducirse voluntariamente, lo que no ocurre con otras expresiones faciales más complejas de “reproducir”. Sin embargo, se puede saber cuándo una sonrisa es falsa porque no estará acompañada de la acción de los músculos orbiculares de los párpados, ni se alzarán las mejillas, ni descenderán las cejas, ni aparecerán las típicas “patas de gallo”, surcos característicos de una sonrisa auténtica.

Así, una emoción falsa se detecta por asimetría facial, por la falta de suavidad en la manera en que la expresión aparece y desaparece del rostro, y por las microexpresiones, movimientos faciales muy rápidos que se distinguen porque abarcan todo el semblante y sólo permanecen en la cara unas dos décimas de segundo, pudiendo pasar desapercibidos fácilmente. “Las mentiras que llevan consigo una emoción son las más fáciles de detectar, porque es precisamente la lucha interna entre lo que se siente realmente y la emoción falsa, lo que traiciona al mentiroso”, afirma el reputado psicólogo.

Gestos y culturas

Cuando Ekman comenzó sus estudios, el ámbito emocional estaba plagado de clichés. “A mediados de los años 50 se pensaba que la expresión facial transmitía información estereotipada, como en el estudio de la caligrafía. Se valoraba mucho más razonar y aprender, y ni siquiera había una herramienta científica que pudiera utilizarse para estudiar las expresiones faciales y las emociones”. En los primeros años de su vida profesional, estudió los gestos de las manos, hasta que en 1965 dio un giro a su carrera. Durante cinco años, Ekman viajó alrededor del mundo para comprobar científicamente si los gestos y las expresiones difieren con la cultura, siguiendo las teorías de antropólogos tan destacados como Margaret Mead. Según esta línea de pensamiento, los seres humanos aprendemos los gestos y las expresiones a través del contacto social, y éstos varían en función de la cultura. Pero el investigador recordó que Charles Darwin había dicho exactamente lo contrario: las expresiones humanas eran innatas y por tanto UNIVERSALES en todas las especies. Pese a tan categórica afirmación, no existían pruebas para corroborarlo.

Con sólo 30 años de edad y utilizando la fotografía como soporte, se dispuso a descifrar este enigma. Para ello, enseñó fotografías a personas de cinco países diferentes, –Chile, Argentina, Brasil, Japón y Estados Unidos–, para que identificasen la emoción de la imagen. Las interpretaciones coincidieron. En Japón y Estados Unidos, Ekman evaluó el comportamiento facial en un laboratorio y descubrió que, en solitario, tanto japoneses como estadounidenses, al ver vídeos con escenas quirúrgicas y accidentes, movían los mismos músculos de la cara. Sin embargo, cuando un científico estaba presente durante el experimento, los japoneses tendían a enmascarar más las emociones de desagrado con una sonrisa. Intrigado por estos resultados, decidió cotejarlos en una cultura aislada de la civilización y convivió dos años con el pueblo fore en Papúa, Nueva Guinea.

Ekman pensaba que si Margaret Mead estaba en lo cierto –las personas aprendían las expresiones de la cultura, del ambiente–, y Darwin se equivocaba, entonces en una civilización virgen como la de los fore, podría encontrar expresiones emocionales que nunca hubiera visto antes. No fue así. “Ni siquiera sabían lo que era una cámara de fotos. Al principio, fui su fuente de entretenimiento. Les fascinaba ver por primera vez una linterna o que encendiera una cerilla”. De este modo, descubrió que los fore no poseían un lenguaje escrito con el que identificar una lista de palabras que designasen una emoción. Así que les pidió que contasen historias sobre diferentes estados de ánimo a cambio de una pastilla de jabón o un paquete de cigarrillos. Mientras Ekman filmaba y fotografiaba sus rostros, se dio cuenta de que las historias que contaban coincidían con la emoción de sus semblantes. “Al volver a Estados Unidos enseñé el material grabado sin editar a mis alumnos y tampoco ellos tuvieron dificultad en interpretar correctamente las emociones de los neoguineanos”. Tras este viaje, la teoría de Darwin salía fortalecida. Las expresiones de alegría, tristeza, ira, sorpresa, asco, miedo y desprecio son universales, independientemente de la sociedad o la cultura a la que se pertenezca. “Todo lo demás, los gestos con las manos, incluso si reprimimos la emoción o la expresamos abiertamente, lo aprendemos de nuestro entorno y varía en función de la persona”, afirma el científico.
En 1978, Ekman publicó un sistema de códigos faciales denominado El sistema de codificación de la actividad facial, que permitía medir por primera vez, y con rigor científico, todos los movimientos musculares de la cara. Con este método descubrió que el rostro puede generar más de i0.000 expresiones y que es posible identificar signos para detectar una mentira. “Mientras que nuestros pensamientos son totalmente privados, la mayoría de nuestras emociones se detectan por una señal distintiva que ayuda a los demás a comprender cómo nos sentimos”, detalla el científico. Una aportación que abrirá un sinfín de aplicaciones prácticas a sus investigaciones.

Para Ekman, el sistema visual es el que está más conectado a nuestras emociones. Al presenciar una buena obra de teatro o una película de calidad, nos adentramos en el mundo emocional de los personajes y lo vivimos como si nos pasara a nosotros. “Por eso buscamos el drama, porque nos permite ejercitar las emociones y aprender desde un lugar seguro, sin que tengamos que sufrirlo en la realidad”.

Sus pesquisas también han encontrado utilidad en los últimos avances tecnológicos de la industria cinematográfica de Hollywood, y es asesor en la producción de películas de animación de los estudios Pixar e Industrial Light & Magic, creadores de Toy Story, Monsters o Buscando a Nemo. “Con los animadores comparto nuevos descubrimientos en el campo de la expresión facial, les enseño cómo funciona la cara para que puedan utilizarlo de una manera efectiva en los personajes que crean”, afirma.

Emociones y gestos
SORPRESA
Es la emoción más breve y puede fundirse con otras. Los párpados superiores suben pero los inferiores no están tensos. La mandíbula suele caer.



ASCO
Ligera contracción del músculo que frunce la nariz y estrecha los ojos. El gesto de la nariz arrugada es simultáneo al de la elevación del labio superior.


PENA, TRISTEZA
Muy duradera. Caen los párpados superiores y se angulan hacia arriba las cejas. Además, el entrecejo se arruga y los labios se estiran horizontalmente.



MIEDO O TERROR
Sucede a la sorpresa. Párpados superiores elevados al máximo e inferiores tensos. Las cejas levantadas se acercan. Los labios se alargan hacia atrás.



ENOJO O IRA
La emoción más peligrosa para los demás porque puede generar violencia. Mirada fija, ojos feroces, cejas juntas y hacia abajo, y tendencia a apretar los dientes.



PLACER, ALEGRÍA, FELICIDAD
Contracción del músculo cigomático (que va del pómulo al labio superior), y del orbicular que rodea al ojo. Las mejillas se elevan y surgen “patas de gallo”.



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Cuántas veces hemos escuchado frases como... "Llegué tarde porque había un quilombo de tráfico terrible", "No pude venir porque tuve un día complicado", "No podemos vernos mañana porque tengo una reunión de trabajo",etc. ¿Cuántas veces es verdad y cuántas no lo es?
Acá dejo una pequeña ayuda para que puedas saberlo.
El material a continuación lo extraje de www.psicologosclinicos.com

Las mentiras se pueden detectar porque suelen implicar emociones que se filtran en la comunicación. Cuanto mayor sea la mentira y más emociones implique, más pistas dejará. En general se despierta el sentido de la culpabilidad, el remordimiento o la incomodidad al mentir.

El intento de ocultar posibles filtraciones de estas emociones genera en casi todo el mundo una lucha interna emocional. Cuanto más íntima sea la relación con una persona, más complicado será mentirle por las emociones que ello implica. Así por a una persona le será muy difícil mentir a alguien que quiere, pero no tendrá tanta dificultad en mentir a un extraño.

Tendremos presente que los síntomas que vamos a tratar aquí se relacionan con la persona que experimenta algún tipo de estrés y que aunque la mayoría de los mentirosos exhiben muchas señales externas, este estrés no garantiza que se esté mintiendo.

Hay personas que se sienten cómodas con la mentira y por ello no demuestran muchos síntomas de estrés, mientras que otros, los se creen sus propias mentiras y, como consecuencia de ello, no muestran tampoco ninguna señal de que están mintiendo.

En el caso de los mentirosos patológicos pueden carecer de vínculos emocionales que les aten a nadie y en consecuencia les resulta muy fácil mentir.


RECOMENDACIONES

- No hay que interpretar un gesto solitario aislado de otros gestos o circunstancias. Si alguien se frota los ojos puede ser que lo haga realmente porque le pican, le lloran o está cansado. Se ha averiguado que las mentiras se producen siempre en unos conjuntos, denominados “racimos”, y que antes de dar por sentado que el interlocutor miente, deberíamos ser capaces de detectar un mínimo de tres señales. Que alguien se toque la nariz, la boca, o se tire de la oreja no garantiza que está mintiendo, aunque algo debe estar pasándole por la cabeza que no dice. No está mintiendo necesariamente, pero sí es probable que esté ocultando alguna cosa.

Gestos de mentira

- Hay un aumento significativo del movimiento de las manos hacia la cara, cuando nos sentimos dudosos, inseguros, exageramos o mentimos. La gesticulación del hombre resulta más fácil de detectar pues es más exagerada que la de la mujer y ellos la usan en mayor grado.

Entre estos gestos tenemos el frotarse los ojos y la nariz, tirarse de las orejas, rascarse el cuello y llevarse la mano a la boca.

Bill Clinton, por ejemplo, se tocó la nariz y la cara veintiséis veces delante del Gran Jurado mientras respondía a preguntas relacionadas con Mónica Lewinsky.

Cuando mentimos, el cerebro nos ordena que suprimamos las palabras falsas. Nuestro cuerpo nos delata. Inconcientemente, nos llevamos la manoa a la boca, como tratando de ocultar lo que decimos.

A veces el ocultar las manos también es revelador de que nos están mintiendo, ya que precisamente lo hacen para ocultar esta gesticulación que han observado que podría delatarles.

- La sonrisa se muestra torcida (se sonríe por igual al mentir que al decir la verdad, sin embargo la sonrisa auténtica es más rápida, espontánea y simétrica, es decir la parte izquierda de la cara es un reflejo de la parte derecha, pero las expresiones faciales de quien intenta exhibir una emoción que no siente no son simétricas), algo forzada (se utiliza ampliamente para fingir sinceridad) o con los labios apretados (como signo de tensión).

- Sonreír de medio lado es el gesto triunfante del que cuenta una farsa y cree no haber sido descubierto

- El aumento del pestañeo es una señal importante que tener en cuenta, ya que indica que la tensión aumenta y que se le secan los ojos.

- La falta de contacto visual, el que nos rehuya la mirada, o si están en una habitación con puerta que mire con frecuencia hacia allí, de siempre se ha asociado al mentir, pero el que el interlocutor nos mire o no a los ojos mientras habla es menos discriminativo para ayudarnos a detectar un engaño, ya que está más directamente relacionado con características de personalidad, con aprendizajes (si de pequeños nos pescaban o no las mentiras al mirarnos a los ojos), y con culturas, (puesto que en algunas el mirar a los ojos es una demostración de agresividad o falta de cortesía y en otras al contrario). Además los mentirosos que engañan concienzudamente son capaces de mantener el contacto visual mientras mienten, así que sería en este caso el adecuado contacto visual el factor que apuntaría hacia el engaño.

- El mentiroso diestro mira hacia su izquierda mientras miente y el mentiroso zurdo mira hacia su derecha. Este factor de la dirección hacia dónde mueve los ojos el interlocutor no es tampoco una prueba infalible, pero sí una señal importante del engaño.

La mayoría de diestros conecta con la parte izquierda del cerebro cuando quiere recordar algo sucedido y miran hacia su derecha. Cuando inventan una historia conectan con la parte creativa de su cerebro, el hemisferio derecho, y miran hacia su izquierda. (Esto es porque los canales sensoriales están cruzados en su conexión con los hemisferios cerebrales).

- El efecto Pinocho. En estudios de la circulación de la sangre se reveló que, cuando una persona miente, el aumento de la presión sanguínea y la liberación de unas sustancias químicas llamadas catecolaminas, provocan inflamación de los tejidos internos de la nariz, pero esto es un solo una curiosidad ya que esta inflamación no es visible a simple vista. Aunque sí que es la entrada en acción de las terminaciones nerviosas de la nariz por esta causa, la que explica la necesidad de frotarse la nariz para calmar el picor. Este fenómeno también se produce cuando la persona se siente molesta o enfadada.

- Contracciones de los músculos faciales, que se producen porque el cerebro está intentando evitar que la cara muestre cualquier reacción de respuesta. El FBI analiza las “microexpresiones” minúsculas, de medio segundo, con ayuda de la cámara lenta.

- Brazos y/o piernas cruzadas, pues esto refleja un instinto defensivo básico.

- Dilatación de las pupilas

- Muestras de excesiva amistad o carcajadas. Estas actitudes están expresando el deseo de querer gustar para favorecer su credibilidad.

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Si te gusta este tema mirá "Lie to me" por FOX








VIDEO DE: ErnestoSiffredi

1 comentario:

Susana dijo...

empecé a mirar, a "mirar en serio" la cara de quien me habla desde que comencé a mirar "lie to me". ahora... y por lo que observo... a veces me gustaría ser una absoluta "ignorante" al respecto