Luego de la ocupación de Hungría el 19 de marzo de 1944, la legación sueca lanzó una operación de rescate para salvar a los judíos de ser deportados a los campos de exterminio. El recientemente creado Directorio para Refugiados de Guerra Americano decidió trabajar con el gobierno sueco con el fin de ayudar a los judíos de Hungría. Muy pronto, la legación sueca en Budapest informaba que se encontraba bajo enorme presión de judíos que solicitaban protección en la forma de pasaportes o visados, y solicitaba el envío de un funcionario especial cuya principal tarea fuera ocuparse de los pasaportes. Se decidió nombrar a Raoul Wallenberg como secretario de la Embajada Sueca en Budapest, con plenos privilegios diplomáticos. Antes de su partida, Wallenberg solicitó que se le otorgara mano libre y la autorización para reunirse con líderes húngaros.
Wallenberg nació en 1912 en el seno de una aristocrática familia de banqueros. Estudió arquitectura en los Estados Unidos antes de incorporarse al negocio familiar. A principios de los años 1940s, realizó varios viajes de negocios a los países de la ocupación nazi, incluido Hungría. Ello lo convirtió en testigo de las políticas de la Alemania Nazi.
Wallenberg llegó a la capital húngara el 9 de julio de 1944, con una lista de judíos a quienes ayudaría, y 650 pasaportes protectores para judíos que tuvieran alguna conexión con Suecia. No obstante, muy pronto amplió el alcance de su trabajo, y comenzó a emitir miles de salvoconductos y a adquirir viviendas a las que puso bajo bandera sueca, convirtiéndolas así en extraterritoriales, y adonde albergó a judíos para mayor protección. El salvoconducto autorizaba a su portador a viajar a Suecia o a cualquier otro país que Suecia representara. Cerca de 4.500 judíos obtuvieron estos documentos, que los protegían de trabajos forzados y los eximían de usar la estrella amarilla.
En octubre de 1944 la situación en Budapest sufrió un viraje negativo. A pesar de que el Ejército Rojo ya se acercaba, el movimiento fascista “Cruz flechada” tomó el poder e instauró un régimen de terror. Los judíos eran asesinados en las calles; otros eran arrastrados al río Danubio donde eran baleados o ahogados en las congeladas aguas. El número de judíos con salvoconductos creció rápidamente. Wallenberg utilizaba métodos no convencionales, incluyendo el soborno y la extorsión, para financiar y dirigir esta colosal operación de rescate. En vista de la grave situación, comenzó a emitir salvoconductos sin distinción, y poseía 32 edificios bajo la protección sueca, con dos hospitales y un comedor popular. Wallenberg, junto con otras legaciones y organizaciones internacionales crearon el gueto internacional, protegido por los países neutrales. Los jóvenes judíos que parecían “arios” servían como guardias; algunos de ellos, especialmente audaces, vestían uniformes de la “Cruz flechada”.
Con el establecimiento del régimen de Cruz de Flechas, Eichmann regresó a Budapest el 17 de octubre de 1945 e, inmediatamente, ordenó la deportación de los judíos de la ciudad. Los salvoconductos fueron declarados nulos. A raíz de las protestas de Wallenberg y sus colegas, fueron reinstaurados, aunque debe subrayarse que el régimen de Cruz de Flechas guardaba escaso respeto por documentos y legalidades. El plan de deportar a los judíos a los campos quedó paralizado por otra razón: las líneas férreas estaban demasiado cerca del frente. Pero Eichmann, que no estaba dispuesto a ceder, ordenó una “marcha de la muerte” de decenas de miles de personas hacia la frontera con Austria. Wallenberg y otros representantes de los países neutrales siguieron a los caminantes en sus vehículos y distribuían alimentos, ropa y medicamentos. Logró sacar a muchos judíos de la marcha de la muerte afirmando que se trataba de sus judíos “protegidos”. Continuó entregando pases aun cuando los guardias de Cruz de Flechas lo amenazaban con sus rifles.
Los audaces métodos de Wallenberg lo colocaron en un grave peligro, pero nunca pensó en detenerse. Permaneció en la ciudad durante el sitio soviético de Budapest con los judíos “protegidos” y advirtió al comandante alemán y al líder de Cruz de Flechas que no continuaran con su idea de perjudicar a los judíos remanentes. Antes que los soviéticos ingresaran en la ciudad, le dijo a Per Anger, su compañero en la legación sueca: “He asumido esta tarea, y jamás podré regresar a Estocolmo sin saber en mi interior que he hecho todo lo que un hombre puede hacer para salvar tantos judíos como sea posible”.
Cuando los soviéticos ingresaron en la ciudad, Wallenberg fue llevado por los soldados rusos, supuestamente para reunirse con el alto general soviético Malinovsky. Ello ocurrió un 17 de enero de 1945. Debe haber sentido el peligro, pues cuando era guiado hasta el vehículo ruso dijo: “No sé si estoy siendo llevado como un huésped de los soviéticos o como su prisionero”. Wallenberg, de 32 años de edad en aquel momento, nunca fue vuelto a ver. En los primeros años de su desaparición, los soviéticos aseguraron no saber de una persona llamada Wallenberg. Sin embargo, personas que estuvieron encarceladas en prisiones soviéticas sostuvieron que se habían encontrado con él en varias cárceles. En 1956, finalmente, declararon que había muerto en cautiverio en 1947.
El anuncio soviético fue recibido con escepticismo en el mundo libre. En 1989, el pasaporte diplomático, la cigarrera y otros objetos de Wallenberg fueron hallados en el sótano del cuartel general de la KGB en Moscú, y fueron restituidos a su familia. Cediendo a presiones políticas, fue creado un grupo de trabajo ruso-sueco, y sus hallazgos fueron entregados en 2000. Hoy han pasado 55 años desde su desaparición. El grupo de trabajo confirmó que Wallenberg había muerto probablemente en 1947, pero no se llegó a una conclusión terminante sobre las circunstancias de su arresto, muerte y negativa del régimen soviético a revelar datos de su suerte.
El 26 de noviembre de 1963, Yad Vashem reconoció a Raoul Wallenberg como Justo de las Naciones. Su madre pidió no recibir los honores en su nombre, en la creencia de que su hijo volvería algún día. Sólo desupués de su muerte, en 1979, fue plantado un árbol en honor a Wallenberg en la Avenida de los Justos en Yad Vashem. En 1987, Wallenberg fue galardonado con la ciudadanía honoraria de Israel, y también con la norteamericana por el Congreso de los Estados Unidos. La moción fue promovida por el congresal Tom Lantos, cuya vida había sido salvada por Wallenberg. En su discurso, pronunciado por su hija durante los eventos de recordación del Holocausto en la ONU en enero de 2008, Lantos rindió tributo a Wallenberg: “Durante la ocupación nazi, este heroico y joven diplomático dejó atrás la comodidad y la seguridad de Estocolmo para rescatar a sus congéneres humanos del infierno que era Budapest durante la guerra. Tenía poco en común con ellos: era luterano, ellos eran judíos; era sueco, ellos eran húngaros. No obstante, con inspirado coraje y creatividad salvó las vidas de decenas de miles de hombres, mujeres y niños colocándolos bajo la protección de la corona sueca”.
Numerosos monumentos fueron erigidos en todo el mundo en reconocimiento de la legendaria labor de Wallenberg; instituciones y calles llevan su nombre; su historia fue documentada en películas, libros y artículos, y se ha convertido en uno de los más famosos representantes de los salvadores de judíos durante el Holocausto.
FUENTE: http://www1.yadvashem.org/es/righteous/stories
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