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Si hubo un detalle que no tomó en cuenta Don Jerónimo Luis de Cabrera cuando fundó la ciudad de Córdoba, fue ese pequeño riacho que hoy llamamos “La Cañada”, en el cual confió Don Cabrera para proveer de agua a la ciudad. Ese arroyo cruzaba la ciudad con pachorra provinciana, dando espacio y lugar para lavar la ropa, juntar agua o simplemente disfrutarlo en una tarde de sol. Seguramente debe ser que por haber fundado la ciudad en invierno, no se tomaron en cuenta las tormentas de verano que hacen caer a cántaros el agua del cielo en pocos minutos, convirtiendo el “arroyito” en un torrente arrasador.
Ya en el siglo XVII, el Cabildo de la ciudad buscó mil formas de contener las aguas siempre amenazantes de río. En 1671, luego de una inundación, el gobierno logró recaudar los fondos para construir un murallón de calicanto, conformando así el primer intento de encausar el río y dar forma a la Cañada.
Con el paso de los siglos, la Cañada con el murallón del calicanto comenzó a tomar el aire místico que aún hoy conserva. Casas construidas al borde, con sus balcones irregulares que sobresalían a la construcción misma y que parecían caerse al río, viejos puentes, abundante vegetación.
El hecho que la Cañada fuera una frontera natural de la ciudad y que personajes marginales la habitaran dieron paso a leyendas de duendes, fantasmas y aparecidos (entre ellos la “Pelada de la Cañada”). Todo este marco dio pie a poetas y pintores que ayudaron a convertir a la Cañada en un patrimonio de la ciudad e icono del pensamiento colectivo cordobés.
Hacia 1890 el arroyo se desbordó un día de madrugada, causando la muerte de unas 200 personas
El 15 de enero de 1939, llovió 90 milímetros en 1 hora y media, provocando “un torrente de agua y barro que avanzó sobre la ciudad, rompió primero el puente sobre la calle San Juan y luego los demás”. Tras esta inundación la ciudad quedó a oscuras, y al amanecer del día siguiente sus habitantes se encontraron con un espectáculo dantesco. “El centro estaba cubierto de lodo que llevó varios días quitar, y algunas calles quedaron convertidas en barrancas”.
Ante este desastre el gobierno provincial encomendó una propuesta de sistematización del río a un grupo de ingenieros de la Dirección General de Hidráulica. El equipo estaba integrado por los ingenieros Juan Carlos Juricich (probablemente de origen croata), Rogelio Álvarez y Eduardo Cammisa Tecco.
El 3 de marzo de 1943, el Gobernador Santiago H. Del Castillo, firmó el decreto y aprobó el proyecto y el presupuesto de las obras por un total de $1.549.838,07 Moneda Nacional. La ceremonia de inauguración de los trabajos se realizó el 4 de julio de 1944 en la esquina de Colón y Lavalleja (hoy Colón y Cañada). Contó con la presencia del Presidente de la Nación, General Edelmiro J. Farrel. El trabajo en cuestión era el siguiente: “Desde calle Perú hasta su desembocadura en el Suquía, en una longitud de 2631.97 metros el viejo cauce de la Cañada fue sustituido por un canal revestido a cielo abierto de 14.80 metros de ancho en la base y 16 metros en la parte superior, que puso fin al fantasma de las inundaciones. El núcleo central y el macizo de fundación fueron construidos con hormigón armado, mientras que el parámetro del muro lleva mampostería de piedra caliza labrada a punta gruesa”
Todo este trabajo se realizó en forma artesanal.
En los archivos de la Municipalidad de Córdoba, se encuentran los proyectos de la obra
En el concurso “Las Siete Maravillas de Córdoba”, organizado por el diario “La Voz del Interior”, la Cañada quedó como la segunda maravilla más votada, con un total de 5808 votos
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