Convendría hacer una recapitulación sobre las posibles explicaciones sobre el fenómeno del vampirismo. La medicina ha intentado esclarecer la imagen del vampiro, no del cinematográfico (que ha sido muy desvirtuada y ha ido sumando nuevas características, a cada cual más sorprendente, según la voluntad de los guionistas o directores), si no del vampiro folklórico que inauguró el tema.
Centrémonos entonces en el estudio médico del vampirismo:
Deberíamos empezar por una explicación tan simple y, a la vez, tan compleja y verosímil como fueron las epidemias de peste (enfermedad infecciosa producida por la "Yersinia pestis", transmitida por las pulgas de las ratas y otros roedores) que convirtieron en endémico al vampirismo. Curiosamente este fenómeno se refleja en obras cinematográficas como el "Nosferatu" de Murnau o de Herzog.
Durante el siglo XIV, especialmente en Prusia oriental, Silesia y Bohemia, para evitar el contagio, las víctimas de la enfermedad eran enterradas rápidamente sin constatar la muerte clínica. Muchos de ellos sufrieron por ello una larga y atroz agonía, infligiéndose heridas en su intento de escapar de su cárcel de madera. No es de extrañar, por tanto, que al abrir los ataúdes se encontraran al cadáver conservado y con manchas de sangre, lo que a falta de una explicación mejor estimularía la imaginación supersticiosa de las gentes atribuyéndoles una condición de vampiros, y que los ingleses denominaron de una forma más o menos técnica como cadáver sanguisugus.
A esta creencia ayudó indudablemente los conceptos desarrollados por el cristianismo que, basados en la idea neoplatónica de la vida después de la muerte, fomentaron la idea de la corrupción del cuerpo y la supervivencia del alma hasta el día del Juicio Final, teniendo la posibilidad de acceder a este estado todos aquellos que murieran arrepentidos de sus pecados y que hubieran recibidos los últimos sacramentos. Con esta fórmula, todos aquellos que no fueran enterrados en tierra consagrada (especialmente los suicidas y los excomulgados) y los que no hubieran recibido la extramaunción, podrían convertirse en espectros corpóreos o vampiros.
Centrémonos entonces en el estudio médico del vampirismo:
Deberíamos empezar por una explicación tan simple y, a la vez, tan compleja y verosímil como fueron las epidemias de peste (enfermedad infecciosa producida por la "Yersinia pestis", transmitida por las pulgas de las ratas y otros roedores) que convirtieron en endémico al vampirismo. Curiosamente este fenómeno se refleja en obras cinematográficas como el "Nosferatu" de Murnau o de Herzog.
Durante el siglo XIV, especialmente en Prusia oriental, Silesia y Bohemia, para evitar el contagio, las víctimas de la enfermedad eran enterradas rápidamente sin constatar la muerte clínica. Muchos de ellos sufrieron por ello una larga y atroz agonía, infligiéndose heridas en su intento de escapar de su cárcel de madera. No es de extrañar, por tanto, que al abrir los ataúdes se encontraran al cadáver conservado y con manchas de sangre, lo que a falta de una explicación mejor estimularía la imaginación supersticiosa de las gentes atribuyéndoles una condición de vampiros, y que los ingleses denominaron de una forma más o menos técnica como cadáver sanguisugus.
A esta creencia ayudó indudablemente los conceptos desarrollados por el cristianismo que, basados en la idea neoplatónica de la vida después de la muerte, fomentaron la idea de la corrupción del cuerpo y la supervivencia del alma hasta el día del Juicio Final, teniendo la posibilidad de acceder a este estado todos aquellos que murieran arrepentidos de sus pecados y que hubieran recibidos los últimos sacramentos. Con esta fórmula, todos aquellos que no fueran enterrados en tierra consagrada (especialmente los suicidas y los excomulgados) y los que no hubieran recibido la extramaunción, podrían convertirse en espectros corpóreos o vampiros.
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