domingo, 25 de julio de 2010

SITIO DE LENINGRADO - SITUACIÓN EN LA CIUDAD


Además del hambre, la falta de combustible coincidió con uno de los peores inviernos (-50 °C) que ha vivido esta ciudad, muriendo miles de civiles de frío. Cientos de familias enteras perecieron en sus hogares.

Al inicio del ataque a Leningrado, previniendo un prolongado asedio, las autoridades soviéticas disminuyeron las raciones alimenticias diarias a 500 g para los obreros, 300 g para los niños y empleados y 250 g para los no trabajadores. Debido a la falta de adecuadas defensas aéreas, un monto considerable de granos y harina fue destruido en septiembre en los silos de almacenamiento. Además no se tomó la previsión de clausurar los restaurantes, que derrocharon comida que sería necesitada urgentemente poco después. Muchos habitantes hicieron de los silos de almacenamiento su única fuente de alimento con el resto de grano chamuscado que quedaba.

El 12 de septiembre se declaró que los granos y la carne sólo durarían 35 días, mientras que el azúcar duraría 60 días, de modo que las raciones fueron reducidas aún más: 300 g de pan para los obreros, 250 g para los empleados y 125 g para los niños y no trabajadores. Como esto no era suficiente, la flotilla del lago Ladoga envió provisiones, siendo la mayoría hundida por los cazas alemanes (Ju-87 Stuka). Sin embargo, la hambruna obligó a los soviéticos a enviar buzos a rescatar lo que pudieran. Ante la falta de carne, se molieron 2.000 toneladas de tripas de cordero que se habían encontrado en los puertos. Además, el Instituto Científico de Leningrado creó una especie de harina sintética a base de conchas y caparazones, complementada con aserrín. Esto no fue suficiente, y al final del año la población consumía el 10 % de las calorías indispensables, muriendo miles por malnutrición.
Debido a la falta de combustible, el transporte público desapareció, al mismo tiempo que muchas fábricas cerraron. Solamente los edificios militares tenían derecho a usar la energía, si bien de forma limitada. La desesperación de los habitantes para no morir congelados los obligó a quemar la biblioteca de la ciudad, de 200 años de antigüedad, marcando profundamente la memoria colectiva de la, hasta entonces, capital cultural de Rusia.
El mercado negro se hizo presente entre los ateridos habitantes quienes adquirían unos cuantos gramos de azúcar o harina a precios exhorbitantes. Inescrupulosos asesinaron soterradamente a conciudadanos para vender grasa y carne humana. Quienes fuera sorprendidos en estas prácticas eran ejecutados sumariamente por el ejército que había implantado una dura ley marcial. Los casos de canibalismo fueron muy comunes. Los alemanes enviaban regularmente al interior de la sitiada ciudad a espías para buscar información acerca de los resultados del cerco en la población.
Los soviéticos además montaron una pantalla frente a las fuerzas enemigas dándoles la sensación de que el cerco era completamente inútil (ruidos de tranvías funcionando pregrabados, conciertos sinfónicos con alto parlantes etc.) A su vez, los alemanes hacían funcionar las cocinillas en los extremos del perímetro haciendo llegar olores de alimentos trasladados por la brisa hacia la ciudad.
Durante el cerco, el compositor ruso Dimitri Shostakovich compuso su Séptima Sinfonía, también conocida como la Sinfonía de Leningrado, demostrando la actitud valiente de los habitantes de la ciudad bajo condiciones extremas. Los sobrevivientes solían repetir orgullosos: “Troya cayó, Roma cayó, Leningrado no cayó.


FUENTE:es.wikipedia.org

1 comentario:

agustin dijo...

sabía que aquel invierno marcó la derrota de hitler pero no conocía lo del sitio de leningrado.
gracias